lunes, 27 de abril de 2020

LOS DERECHOS DE LA MADRE TIERRA

El 22 de abril de 2020 se conmemoró un nuevo Día de la Tierra y además se cumplió el medio siglo de vida de esta celebración iniciada en 1970 a instancias del senador Nelson Gaylord. Esta iniciativa tuvo gran éxito porque se produjo en un momento de la historia mundial, y especialmente de Estados Unidos donde su pueblo estaba altamente sensibilizado por la guerra de Vietnam que destruyó la naturaleza junto con la irreparable aniquilación de vidas humanas. Sin embargo, en 2009 dicho día fue re-bautizado por la ONU como “Día Internacional de la Madre Tierra” y sospecho que fue para invisibilizar las razones políticas de su origen.   

Desforestación en la amazonia, pulmón del planeta

La actual conmemoración del ahora llamado Día de la Madre Tierra será diferente porque desde hace 4 meses se declaró una pandemia causada por el contagio del virus Covid-19 que se expandió velozmente por los cinco continentes y hasta la fecha se contabilizan cerca de dos millones de contagios y casi 200.000 muertes. Además, la vida social y cultural, la industria y la economía del mundo están prácticamente paralizadas y ello nos lleva a preguntarnos si esos cambios en la dinámica social podrían tener influencia en la “salud” de la Tierra.
Sobre el particular, debemos cuidarnos de no cometer el error de confundir la Tierra o la naturaleza con el medio ambiente. En efecto, este último es un objeto inmaterial que resulta de las relaciones entre los humanos y entre la humanidad y la naturaleza.  
Por ello, el intento de encontrar alguna respuesta, requiere que tengamos en claro que es lo que se conmemora el Día de la Tierra y en qué se diferencia del Día del Medio Ambiente, que se celebra en otra fecha (5 de junio). Ambas fechas tienen algo en común: la relación de la humanidad con la naturaleza. Sin embargo, el hecho de que se celebren en dos momentos distintos nos lleva a reflexionar cuales son las prioridades y los objetivos en uno y otro caso.
Cabe señalar que las promociones que realiza la ONU de ambos días internacionales (ver en internet), resultan tan inocentes y bucólicas como confusas y no ayudan a esclarecer la complejidad de los problemas porque no propician la reflexión político-ideológica. En efecto, en ambos casos se alude a la naturaleza y a la humanidad como beneficiaria de las bellezas, de los recursos para la vida y también como receptora de las amenazas (naturales o inducidas) que atentan contra la calidad de vida.  Así, se configura un enfoque antropocéntrico de la naturaleza anteponiendo las prioridades de la humanidad y se preocupa por los sistemas naturales, en tanto y en cuanto son funcionales al desarrollo sustentable de la sociedad. 
Estas motivaciones antropocéntricas son muy necesarias para la conmemoración del Día Mundial del Medio Ambiente y son imprescindibles para que los hombres y mujeres nos hagamos responsables de nuestros actos y para promover políticas de desarrollo sustentable, que se materialice otorgando iguales prioridades al crecimiento económico, la equidad social y el equilibrio ecológico.
Sin embargo, las reflexiones y las políticas relacionadas con el Día de la Tierra, aunque complementarias de las anteriores, deberían tener como objetivo la preservación del equilibrio entre los subsistemas de la naturaleza: Geosfera, Atmósfera, Hidrosfera y Biosfera. Ello implica el compromiso para evitar que los cambios naturales y/o antrópicos en los paisajes “borren” tanto los rasgos actuales como los registros histórico geológicos que nos hablan de la historia de nuestro planeta.
Estos objetivos para el Día internacional de la Tierra responden a un enfoque geocéntrico que se orienta a promover el respeto humano hacia la naturaleza, entendido como el compromiso humano de evitar alteraciones en y entre los subsistemas antes mencionados. Estas precauciones, se basan en una idea muy generalizada de la tierra como “bien común” como albergue para todas las especies, incluida la humana.  En efecto, varias culturas a través de sus creencias sus religiones y mitos, promueven la preservación de la naturaleza y “sienten” que los cambios drásticos inducidos en sus paisajes son una ofensa a esas tradiciones ancestrales. Ello obedece a que las actuales relaciones entre la humanidad y la naturaleza están orientadas por cierta correlación de fuerzas político-ideológicas que nadie puede afirmar que se mantendrán por siempre. En consecuencia, la responsabilidad y el respeto por la preservación de las condiciones naturales de nuestro planeta es un imperativo cultural fundado en el humilde reconocimiento de nuestra ignorancia sobre cuáles serán las necesidades de las generaciones futuras.
Por otro lado, dicho enfoque nos permite colocar a la naturaleza en el centro de las reflexiones y como seres humanos, imaginarnos junto a las otras espacies vivientes que nos dan el ejemplo de convivencia en un equilibrio armónico con la naturaleza. Así, podremos sentirnos parte de la evolución de la vida en la Tierra, desprendernos de nuestra omnipotencia, no entorpecer la evolución natural en todos los territorios que sea posible y, también, comprender que difícilmente se podrá eternizar nuestra actual forma de relacionarnos con la Naturaleza.
 En dicho sentido, cabe recordar que en América Latina los pueblos originarios andinos se refieran a la naturaleza como la “Pachamama”. Al respecto, en su libro “La Pachamama y lo Humano” Eugenio R. Zaffaroni se refiere a estos aspectos culturales y menciona que   en la constitución de Ecuador (2008), la Pachamama está incorporada como sujeto de derecho y en su Art 71 dispone: “La naturaleza o Pachamama, donde se reproduce y realiza la vida, tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos. //Toda persona, comunidad, pueblo o nacionalidad podrá exigir a la autoridad pública el cumplimiento de los derechos de la naturaleza. // El estado incentivará a las personas naturales y jurídicas, y a los colectivos para que protejan la naturaleza, y promoverá el respeto a todos los elementos que forman un ecosistema”.  Algo similar se incorporó en la constitución de Bolivia (2009).
En consecuencia, si consideramos a la Pachamama como sujeto de derechos, tenemos que concluir que la humanidad no los ha respetado y que el sistema capitalista la ha considerado como un objeto de expoliación, provocando marcas tan profundas que dieron lugar a la nominación de una nueva época geológica: el Antropoceno.
 En relación con las actividades de conmemoración, desde hace décadas, los medios de comunicación difunden las actividades institucionales de algunas ONG´s, gobiernos y escuelas, que generalmente se concentran en promover la “conciencia ciudadana” para el cuidado de la naturaleza, y lo hacen promoviendo una reflexión bucólica sobre la belleza y la biodiversidad de los paisajes que suele reflejarse en simpáticos y sentidos dibujos en carteleras escolares. 
Cabe señalar que dichas actividades son importantes y motivadoras para el nivel pre escolar y quizás para los primeros años de la escuela primaria. Sin embargo, mantener los mismos criterios para los alumnos mayores de la primaria y del secundario representa una banalización de la conmemoración de la Madre Tierra.
Entonces, la formación de la conciencia ciudadana requiere que haya una transición desde la reflexión bucólica a la reflexión política, entendiendo la política como un desafío para pensar e impulsar acciones eficientes para lograr cambios que contribuyan al desarrollo sustentable.
Sobre la base de lo expuesto, se debería considerar con mayor cuidado el modo de conmemorar y fomentar las acciones de respeto y “preservación de los subsistemas naturales”. Para ello, es necesario salir del nivel de las generalizaciones y contextualizar los proyectos en un tiempo y un espacio concreto. En ese sentido, es posible que la formación ciudadana sea más eficiente si se realiza sobre problemáticas referidas al paisaje de nuestro entorno y proponiendo acciones políticas para la preservación de los sectores de interés patrimonial.  
Antes de finalizar quiero mencionar que dentro de esa búsqueda de promover el respeto a la naturaleza se han creado los parques nacionales y las regiones consideradas patrimonio de la humanidad. El objetivo, es la preservación de los rasgos de una naturaleza que de otro modo podría desaparecer por la colonización y destrucción humana.
En tal sentido, se puede mencionar un proyecto reciente orientado a la conservación de lugares naturales de interés cultural para algunas comunidades de San Luis. Se trata  del proyecto denominado “Los Tesoros Geológicos de Juana Koslay”  que propone la preservación y divulgación de un “geositio” cuyas  rocas nos  “relatan” una historia que comienza hace 500 millones de años, cuando en la región había una gran cordillera, los Andes no existían y en su lugar había un gran océano.
 Más allá de este ejemplo, hay muchos sitios geológicos con historias muy antiguas que influyen en la identidad de los pueblos y también existen otras regiones cuya singular biodiversidad refleja el estado actual en la evolución de la vida. 
Por último, quiero expresar que es deseable que, en el Día Internacional de la Madre Tierra, se promueva el respeto a la naturaleza como sujeto de derechos y como futuro hogar de las próximas generaciones. Ese respeto se debería exteriorizar en reflexiones políticas y actividades que por un lado justifiquen la creación de sitios naturales protegidos y por otro, que denuncien las malas praxis que provocan el descuido y/o la destrucción de la naturaleza.

Héctor Luis Lacreu

22 de abril de 2020

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