El 22 de
abril de 2020 se conmemoró un nuevo Día de la Tierra y además se cumplió el
medio siglo de vida de esta celebración iniciada en 1970 a instancias del
senador Nelson Gaylord. Esta iniciativa tuvo gran éxito porque se produjo en un
momento de la historia mundial, y especialmente de Estados Unidos donde su pueblo
estaba altamente sensibilizado por la guerra de Vietnam que destruyó la
naturaleza junto con la irreparable aniquilación de vidas humanas. Sin embargo,
en 2009 dicho día fue re-bautizado por la ONU como “Día Internacional de la
Madre Tierra” y sospecho que fue para invisibilizar las razones políticas de su
origen.
Desforestación en la amazonia, pulmón del planeta |
La
actual conmemoración del ahora llamado Día de la Madre Tierra será diferente
porque desde hace 4 meses se declaró una pandemia causada por el contagio del
virus Covid-19 que se expandió velozmente por los cinco continentes y hasta la
fecha se contabilizan cerca de dos millones de contagios y casi 200.000
muertes. Además, la vida social y cultural, la industria y la economía del
mundo están prácticamente paralizadas y ello nos lleva a preguntarnos si esos
cambios en la dinámica social podrían tener influencia en la “salud” de la
Tierra.
Sobre el
particular, debemos cuidarnos de no cometer el error de confundir la Tierra o
la naturaleza con el medio ambiente. En efecto, este último es un objeto
inmaterial que resulta de las relaciones entre los humanos y entre la humanidad
y la naturaleza.
Por
ello, el intento de encontrar alguna respuesta, requiere que tengamos en claro
que es lo que se conmemora el Día de la Tierra y en qué se diferencia del Día
del Medio Ambiente, que se celebra en otra fecha (5 de junio). Ambas fechas
tienen algo en común: la relación de la humanidad con la naturaleza. Sin embargo,
el hecho de que se celebren en dos momentos distintos nos lleva a reflexionar cuales
son las prioridades y los objetivos en uno y otro caso.
Cabe
señalar que las promociones que realiza la ONU de ambos días internacionales
(ver en internet), resultan tan inocentes y bucólicas como confusas y no ayudan
a esclarecer la complejidad de los problemas porque no propician la reflexión
político-ideológica. En efecto, en ambos casos se alude a la naturaleza y a la
humanidad como beneficiaria de las bellezas, de los recursos para la vida y
también como receptora de las amenazas (naturales o inducidas) que atentan
contra la calidad de vida. Así, se
configura un enfoque antropocéntrico
de la naturaleza anteponiendo las prioridades de la humanidad y se preocupa por
los sistemas naturales, en tanto y en cuanto son funcionales al desarrollo
sustentable de la sociedad.
Estas motivaciones
antropocéntricas son muy necesarias para la conmemoración del Día Mundial del Medio Ambiente y son
imprescindibles para que los hombres y mujeres nos hagamos responsables de nuestros actos y para promover políticas de desarrollo sustentable, que se
materialice otorgando iguales prioridades al crecimiento económico, la equidad
social y el equilibrio ecológico.
Sin
embargo, las reflexiones y las políticas relacionadas con el Día de la Tierra,
aunque complementarias de las anteriores, deberían tener como objetivo la
preservación del equilibrio entre los subsistemas de la naturaleza: Geosfera,
Atmósfera, Hidrosfera y Biosfera. Ello implica el compromiso para evitar que los
cambios naturales y/o antrópicos en los paisajes “borren” tanto los rasgos
actuales como los registros histórico geológicos que nos hablan de la historia
de nuestro planeta.
Estos
objetivos para el Día internacional de
la Tierra responden a un enfoque
geocéntrico que se orienta a promover el respeto humano hacia la naturaleza,
entendido como el compromiso humano de evitar alteraciones en y entre los
subsistemas antes mencionados. Estas precauciones, se basan en una idea muy
generalizada de la tierra como “bien común” como albergue para todas las
especies, incluida la humana. En efecto,
varias culturas a través de sus creencias sus religiones y mitos, promueven la
preservación de la naturaleza y “sienten” que los cambios drásticos inducidos
en sus paisajes son una ofensa a esas tradiciones ancestrales. Ello obedece a
que las actuales relaciones entre la humanidad y la naturaleza están orientadas
por cierta correlación de fuerzas político-ideológicas que nadie puede afirmar
que se mantendrán por siempre. En consecuencia, la responsabilidad y el respeto
por la preservación de las condiciones naturales de nuestro planeta es un
imperativo cultural fundado en el humilde reconocimiento de nuestra ignorancia
sobre cuáles serán las necesidades de las generaciones futuras.
Por otro
lado, dicho enfoque nos permite colocar a la naturaleza en el centro de las
reflexiones y como seres humanos, imaginarnos junto a las otras espacies vivientes
que nos dan el ejemplo de convivencia en un equilibrio armónico con la
naturaleza. Así, podremos sentirnos parte de la evolución de la vida en la
Tierra, desprendernos de nuestra omnipotencia, no entorpecer la evolución
natural en todos los territorios que sea posible y, también, comprender que
difícilmente se podrá eternizar nuestra actual forma de relacionarnos con la
Naturaleza.
En dicho sentido, cabe recordar que
en América Latina los pueblos originarios andinos se refieran a la naturaleza
como la “Pachamama”. Al respecto, en su libro “La Pachamama y lo Humano” Eugenio
R. Zaffaroni se refiere a estos aspectos culturales y menciona que en la constitución de Ecuador (2008), la
Pachamama está incorporada como sujeto de derecho y en su Art 71 dispone: “La naturaleza o Pachamama, donde se
reproduce y realiza la vida, tiene derecho a que se respete integralmente su
existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura,
funciones y procesos evolutivos. //Toda persona, comunidad, pueblo o
nacionalidad podrá exigir a la autoridad pública el cumplimiento de los
derechos de la naturaleza. // El estado incentivará a las personas naturales y jurídicas, y a los colectivos para que
protejan la naturaleza, y promoverá el respeto a todos los elementos que forman
un ecosistema”. Algo similar se
incorporó en la constitución de Bolivia (2009).
En
consecuencia, si consideramos a la Pachamama como sujeto de derechos, tenemos que concluir que la humanidad no los ha
respetado y que el sistema capitalista la ha considerado como un objeto de expoliación, provocando marcas
tan profundas que dieron lugar a la nominación de una nueva época geológica: el
Antropoceno.
En relación con las actividades de
conmemoración, desde hace décadas, los medios de comunicación difunden las
actividades institucionales de algunas ONG´s, gobiernos y escuelas, que
generalmente se concentran en promover la “conciencia ciudadana” para el
cuidado de la naturaleza, y lo hacen promoviendo una reflexión bucólica sobre
la belleza y la biodiversidad de los paisajes que suele reflejarse en
simpáticos y sentidos dibujos en carteleras escolares.
Cabe
señalar que dichas actividades son importantes y motivadoras para el nivel pre
escolar y quizás para los primeros años de la escuela primaria. Sin embargo,
mantener los mismos criterios para los alumnos mayores de la primaria y del
secundario representa una banalización de la conmemoración de la Madre Tierra.
Entonces,
la formación de la conciencia ciudadana requiere que haya una transición desde
la reflexión bucólica a la reflexión política, entendiendo la política como un
desafío para pensar e impulsar acciones eficientes para lograr cambios que
contribuyan al desarrollo sustentable.
Sobre la
base de lo expuesto, se debería considerar con
mayor cuidado el modo de conmemorar y fomentar las acciones de respeto y “preservación
de los subsistemas naturales”. Para ello, es necesario salir del nivel de las generalizaciones
y contextualizar los proyectos en un tiempo y un espacio concreto. En ese
sentido, es posible que la formación ciudadana sea más eficiente si se realiza
sobre problemáticas referidas al paisaje de nuestro entorno y proponiendo
acciones políticas para la preservación de los sectores de interés patrimonial.
Antes de finalizar quiero mencionar que dentro de esa búsqueda de
promover el respeto a la naturaleza se han creado los parques nacionales y las
regiones consideradas patrimonio de la humanidad. El objetivo, es la preservación
de los rasgos de una naturaleza que de otro modo podría desaparecer por la
colonización y destrucción humana.
En tal sentido, se puede mencionar un proyecto reciente orientado a la conservación
de lugares naturales de interés cultural para algunas comunidades de San Luis. Se
trata del proyecto denominado “Los Tesoros Geológicos
de Juana Koslay” que propone
la preservación y divulgación de un “geositio” cuyas rocas nos
“relatan” una historia que comienza hace 500 millones de años, cuando en
la región había una gran cordillera, los Andes no existían y en su lugar había un
gran océano.
Más allá de este ejemplo, hay muchos
sitios geológicos con historias muy antiguas que influyen en la identidad de
los pueblos y también existen otras regiones cuya singular biodiversidad refleja
el estado actual en la evolución de la vida.
Por último, quiero expresar que es deseable que, en el Día Internacional
de la Madre Tierra, se promueva el respeto a la naturaleza como sujeto de derechos
y como futuro hogar de las próximas generaciones. Ese respeto se debería exteriorizar en reflexiones políticas y actividades que por un lado justifiquen
la creación de sitios naturales protegidos y por otro, que denuncien las malas
praxis que provocan el descuido y/o la destrucción de la naturaleza.
Héctor Luis Lacreu
22 de abril de 2020
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